Madrid
En septiembre de 2014, el ingeniero informático Jorge Gómez salió de cañas por Madrid con un viejo amigo que trabaja en AENA. Jorge había pasado varios años en el extranjero y hacía tiempo que no se veían. Poniéndose al día, su amigo le contó que una parte importante de su trabajo consistía en evitar las interferencias electromagnéticas (IEM) que determinados dispositivos podían producir en el aeropuerto, y le citó el ejemplo de los vuelos de calibración de los sistemas de ayuda a la navegación aérea (navaids). Jorge no tenía ni idea de lo que le estaba hablando. ¿Vuelos de calibración? Su compañero de cervezas le explicó que los aeropuertos de todo el mundo tienen unas balizas visuales y de radio que ayudan a los pilotos en la maniobra de aproximación y aterrizaje por instrumentos. Esas balizas son esenciales para la seguridad aérea y deben ser inspeccionadas y calibradas cada cierto tiempo para asegurar su buen funcionamiento. Una labor que solo puede realizarse desde el aire y para la que se utilizan aviones tripulados que sobrevuelan las pistas equipados con sensores especiales. A Jorge le acudió una idea instantáneamente a la mente: “¿Y eso no podría hacerse con drones?”
Sin saberlo todavía, acababa de nacer Canard Drones. Porque después de investigar más, resultó que la idea no era tan descabellada. “Usar aviones tripulados es caro —entre 3.000 y 7.500 euros por hora de vuelo— y contaminante, especialmente a nivel acústico, ya que estas calibraciones se realizan a muy baja altitud”, resume Gómez. Otro problema del sistema es que “interrumpe la operativa normal del aeropuerto (que pierde dinero por cada hora que una pista permanece cerrada) y depende de la disponibilidad de estos aviones, de los que sólo hay uno para atender a los más de 50 aeropuertos españoles. Trabajar con drones controlados remotamente no sólo permitiría mejorar sensiblemente todas estas variables, sino que reduciría la incidencia del error humano en el proceso”. Ahí había un posible nicho de mercado.
El siguiente paso fue hablar con alguien que supiera de drones. A través del IE Business School, donde había realizado un máster, encontró a Ana Pérez, ingeniera aeroespacial que estaba por aquel entonces trabajando con drones y aviones militares en Airbus. “Se mostró entusiasmada con la idea y enseguida se quiso unir al proyecto”, recuerda Gómez. Poco después se sumaron también el ingeniero informático y especialista en comunicaciones militares, Rafael Aguado, y el ingeniero en telecomunicaciones y experto en drones, Juan Díaz.
Premios y contactos
Durante su primer año de vida, Canard Drones ha cosechado una quincena de premios internacionales a la innovación. “El objetivo era conseguir financiación, pero los premios también nos han abierto muchas puertas y proporcionado valiosos contactos gracias al prestigio de las entidades que tienen detrás”, explica el fundador. Por ejemplo, el de la Agencia Espacial Europea, en cuya incubadora de negocios de Madrid tiene actualmente su sede la startup. El dinero obtenido por esta vía —sólo la dotación del programa FINODEX de la Comisión Europea les supuso una inyección de capital de 170.000 euros— ha servido para sacar adelante un primer prototipo. Aeropuertos de todo el mundo, desde Seattle a Singapur, han preguntado por el proyecto, y también hay interés desde otros sectores. “El hecho de haber desarrollado plataformas precisas y robustas nos abre la puerta a otras aplicaciones verticales como la inspección de zonas portuarias y sus buques de carga, o de instalaciones industriales”, comenta Rafael Aguado, otro de los socios. La acogida del sector ha sido “inmejorable”, asegura Aguado. Lo que se está traduciendo en la ayuda de poderosos aliados como los aeropuertos de París o Amsterdam, uno de los más punteros en innovación del mundo. “Desde el principio han sido muy receptivos. Hemos creado grupos de trabajo conjuntos y nos han abierto de par en par sus instalaciones para que hagamos pruebas y sigamos desarrollando el sistema”, expone este socio. Koos Noordeloos, director de Desarrollo Corporativo de Schiphol Group, la empresa que gestiona el mayor aeropuerto de Holanda, es uno de sus mentores y una de las personas que más les ha ayudado. Aguado cree que, de alguna manera, el sector les estaba esperando. Así se lo reconoció el propio Noordeloos en la carta de intenciones con la que formalizaron su colaboración. “Nos dijo que sabía que tarde o temprano acabarían trabajando con drones, que era un proceso imparable”. Con varios proyectos en marcha en España, Francia y Holanda pero todavía sin contratos comerciales en firme, los esfuerzos para 2017 se centran en “visitar a los más de 30 aeropuertos internacionales que se han interesado por nuestra solución de calibración de ayudas visuales (PAPI) y en completar el desarrollo de la calibración de radio ayudas (ILS)”, sintetiza Jorge Gómez. También en conseguir nueva financiación. En este sentido, acaban de cerrar una ronda con un inversor internacional por valor de 1,2 millones de euros. “Todavía tenemos la sensación de ir muy deprisa, de que hay cosas que se nos escapan, dice el consejero delegado. “Pero ir rápido es importante porque tu ventana de oportunidad para salir al mercado es limitada y la financiación, finita”.SOCIO DE MICROSOFT
Canard es el acrónimo de Calibration of Aeronautical Navigation Aids using Augmented Reality Drones. Tres de sus cuatro socios provienen de la industria militar. La empresa está apoyada por la Agencia Espacial Europea a través del proyecto ESA Business Incubator Center de Madrid. Sus socios tecnológicos son Microsoft e Intel. Han sido premiados por Google, la Comisión Europea o el Foro de Innovación. Aeroportuaria, celebrado en Silicon Valley (USA), entre otros organismos. Han obtenido 350.000 euros en premios. Sin ventas en 2016, prevén facturar entre 300.000 y 350.000 euros en 2017. La plantilla actual es de seis empleados y esperan terminar el año con 10.
Tomado de: http://economia.elpais.com/economia/2017/03/03/actualidad/1488535341_477826.html