¡Hola a todos los geeks y no tan geeks!

Hoy vengo a confesarles algo que, para algunos, podría ser considerado un sacrilegio tecnológico. Prepárense… ¡He migrado mi venerable MacBook Pro Late 2011 a la última versión de Fedora!

Sí, lo sé, pueden aplaudir o lanzar tomates virtuales, lo que prefieran. Pero la verdad es que, después de años de leal servicio con macOS, mi fiel compañera ya pedía a gritos un cambio. Era como tener un Fórmula 1 con las ruedas de un triciclo. ¡No había manera de que fluyera con la misma gracia de antaño!

Así que, después de mucha deliberación (y un par de noches sin dormir, mirando tutoriales), tomé la valiente decisión. Le di a mi MacBook Pro un corazón nuevo, ¡y ahora late al ritmo de Linux!

Como pueden ver en la foto, estoy más feliz que un pingüino en la Antártida (¡guiño, guiño!). La cara de satisfacción lo dice todo: “¡Sí, lo logré! ¡Y mi MacBook Pro no explotó en el intento!”

Ahora, mi viejo Mac no solo respira, ¡sino que corre! Es como si le hubiera dado una pócima mágica de juventud. Es cierto que al principio hubo un par de “momentos de pánico” (¿dónde está la tecla de comando? ¿Y ahora cómo abro esto?), pero la verdad es que la transición ha sido más suave de lo que esperaba.

Así que, si tienes un equipo un poco viejito por ahí, acumulando polvo y suspiros, ¡quizás sea el momento de darle una segunda oportunidad con Linux! Quién sabe, tal vez descubras un amor inesperado por el pingüino. ¡Nos vemos en el próximo post (que probablemente escribiré desde mi resucitado MacBook Pro)!

Hasta la proxima Linuxeros.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.