Desde que tengo uso de razón, la palabra “americano” siempre me ha parecido… curiosa. Crecí escuchando que mis vecinos del norte eran “americanos”, y no me malinterpreten, ¡lo son! Pero también lo somos quienes vivimos en México, en Nicaragua, en Brasil, en Argentina. Entonces, ¿por qué la etiqueta se pegó tan fuerte a un solo país?

Este tema, que parece tan simple, en realidad encierra capas de historia, política y, seamos sinceros, un poco de arrogancia cultural. Recuerdo mis primeras clases de geografía, donde el profesor nos explicaba que el continente se llamaba América, y que todos sus habitantes éramos, por ende, americanos. Sin embargo, al encender la televisión o leer un periódico, la imagen que se proyectaba era otra: la de los “americanos” que venían de Estados Unidos.


La curiosa apropiación del término y la mirada europea

Es fascinante cómo un país, a lo largo del siglo XIX, fue tejiendo la narrativa de identificarse como “América”. El nombre completo, United States of America, se acortó y, con la inmensa influencia cultural, económica y política de EE. UU. en el mundo, el gentilicio “americano” se arraigó globalmente, especialmente en inglés, para referirse exclusivamente a ellos. Es una simplificación que, aunque práctica para algunos, invisibiliza a millones.

En Europa, especialmente en los países angloparlantes, la situación es aún más pronunciada. Decir “americano” es, casi sin excepción, sinónimo de “estadounidense”. Esto no es casualidad; la omnipresencia mediática de EE. UU. en el continente europeo es innegable. Y, por supuesto, el inglés, con su rol de idioma global, ha solidificado esta asociación. Es como si el resto del continente americano simplemente se desvaneciera en la conversación.

Esta realidad la viví en carne propia. Una vez, al pasar por la aduana de un aeropuerto europeo, cuando dije que era de América, Nicaragua, la agente de inmediato comenzó a buscar mi país en “Aguascalientes” o “California”. Por supuesto, le aclaré que Nicaragua se encuentra en Centroamérica. Pero aun así, con una expresión de desconcierto, la persona intentó ubicar Nicaragua… ¡en el centro de Estados Unidos! Esa experiencia, aunque anecdótica, ilustra perfectamente lo arraigada que está la idea de que “América” es sinónimo de “Estados Unidos” en muchas partes del mundo.


Un choque cultural al cruzar fronteras

Aquí es donde la cosa se pone interesante. Cuando un estadounidense viaja por América Latina, a menudo se encuentra con una realidad diferente. He sido testigo de cómo muchos evitan decir que son “americanos” porque saben que, en nuestra región, la palabra se entiende en su sentido más amplio: como alguien que proviene de cualquier parte del continente. Existe una sensibilidad histórica y política palpable; para muchos de nosotros, el uso exclusivo de “americano” por parte de los estadounidenses se percibe como una forma de apropiación cultural, o incluso de arrogancia. Es por eso que, en un acto de respeto y entendimiento, muchos optan por decir “soy de Estados Unidos” o “estadounidense”.


¿Es un error? Técnicamente, sí.

Si nos apegamos a la geografía, la respuesta es clara: sí, es un error llamar “americanos” solo a los de EE. UU. Desde Canadá hasta Argentina, todos los nacidos en el continente somos, técnicamente, americanos. Pero el lenguaje es un ser vivo, mutante, que no siempre sigue la lógica cartesiana de un mapa. A menudo, se rige por la lógica del poder, la costumbre y la simplificación cultural.


¿Hay una solución?

La propuesta de usar “estadounidense” para ser más precisos, tal como decimos “canadiense” o “mexicano”, suena lógica y respetuosa. Sin embargo, el inglés carece de un equivalente común y fácil de usar para “estadounidense” (un “United Statesian” no existe en el habla cotidiana). Así que el debate sigue abierto, y con él, la oportunidad de seguir reflexionando sobre cómo nos nombramos y cómo esas palabras reflejan nuestra historia y nuestra percepción del mundo.

¿Y tú, qué piensas? ¿Cómo te refieres a los habitantes de Estados Unidos? Me encantaría leer tu perspectiva en los comentarios.

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